Creo que nos pasa a todos y es que en verano nuestra alimentación cambia radicalmente con respecto a los meses de más frío y lluvia. En invierno nos encantan todos los platos de cuchara, los postres tradicionales y en mi caso sobretodo los que requieren de horneado para su elaboración y ésto por una razón doble, una porque adoro el horno y todo lo que sale de él y otra porque cuando enciendo el horno en invierno, en general todas las estancias de la casa se calientan un poquito más, cosa que en los días de más frío es de agradecer, pero sobretodo y lo que más me gusta es que el olor a masa recién horneada, el olor a galletas de vainilla o el olor a cualquier pastel, magdalena, muffin etc. que suelo hacer para mi familia, acaba invadiendo todos los rincones de mi casa y he de decir que es algo tan estimulante y placentero para mí que hace que la satisfacción que me produce hornear cualquier cosa se multiplique habitualmente por 1000. Sin embargo llega el verano y a la mayoría de la gente la idea de encender el horno cuando los termómetros alcanzan casi los 40ºC. es algo inimaginable e incluso de locos. Pues bien, reconozco que yo pertenezco al grupo de esos locos que no dan tregua a su horno, haga frío o haga calor y es que cuando una receta se me mete entre ceja y ceja, no hay temperatura exterior que me haga cambiar de idea.
Aún así no niego que postres como el que os traigo hoy, un refrescante y saludable postre de yogur, frutas y avena, me resulten de lo más apetecible en estos meses de tantísimo calor, sobretodo cuando pasamos menos tiempo en casa y hacer recetas fáciles, rápidas y con ingredientes frescos es mucho más accesible que encender el horno y desarrollar toda una receta de principio a fin.